Elvira Martos: “El arte es el leguaje más universal, empático e igualitario que existe”


¿Qué pretendes transmitir con tu obra? Si tuvieses que definirla, ¿cómo lo harías?

Mi pintura se basa en la representación de diferentes realidades humanas inmersas en lo cotidiano. Me traslado a diferentes partes geográficas y retrato la zona a través de personas anónimas que se encuentran realizando tareas comunes y básicas del día a día.

Cada pintura, se centra en lo individual para poder describir y analizar la colectividad, de esta manera creo una sensación inherente de pertenencia. Todos compartimos miedos, frustraciones e incertidumbres innatas y si nos fijamos bien podemos verlas reflejadas en el retrato de un extraño.

La creación de conexiones, así como esa esencia básica humana en la que nos proyectamos unos en otros indefinidamente y que llama a la empatía, es lo que me interesa como artista.

¿Qué predomina en la muestra de cuadros que se podrá ver en la Sala Patricio durante las próximas semanas?

Ni aquí, ni allí, se compone de una serie de 12 cuadros de gran formato, 16 pinturas pequeñas y 7 collages. Las obras están inspiradas en un viaje que realicé por Bali, Kuala Lumpur y Singapur. Aunque si soy completamente honesta, no sean obras ni de aquí, ni de allí; o al menos en exclusiva. Porque al fin y al cabo los rezos de los feligreses al dios Ganesha en Kuala Lumpur tienen algo de esa intimidad con la que conversamos con nuestras Vírgenes; el tráfico es estresante allá donde vayas, realmente no importa si las calles están pobladas de gatos, perros o monos, y la mirada perdida de la señora que vende aceitunas aliñadas en mi esquina se parece bastante a la de ese hombre que comía solo en un mercado de Singapur.

“Pude ver en ellas a mi abuela con su amiga Encarni yendo como cada día a hacer juntas los mandaos”

En tu obra predominan, es más, podríamos decir que hasta son protagonistas, las mujeres, y hoy es “El Día de la Mujer”. Háblame de ellas…

Deambulando por el mercado de Ubud me encontré con las dos protagonistas de esta exposición. Eran dos ancianas que caminaban charlando entre ellas mientras realizaban sus compras. Iban vestidas con saronjs de colores, hablaban un idioma desconocido para mí y, una vez que terminaron de llenar sus cestas se las colocaron de manera natural sobre sus cabezas y salieron de allí en perfecto equilibrio. A pesar de todas las diferencias, pude ver en ellas a mi abuela con su amiga Encarni yendo como cada día a hacer juntas los mandaos.

Me fascinan esas conexiones y ser capaz de trasladarlas al lienzo haciéndonos sentir reflejadas en mujeres desconocidas con vidas que nos resultan totalmente ajenas. Considero que el arte debe nacer de la honestidad y desde la experiencia y visión única del artista. Y más allá de la belleza, la juventud, la elegancia, o los escenarios o situaciones glamurosas, lo que realmente me interesa es retratar a mis protagonistas inmersas en su cotidianeidad. Crear pinturas que amplíen los horizontes del imaginario colectivo de musas estereotipadas y que cuenten historias femeninas desde un punto de vista femenino fomentando el uso de referentes reales, ordinarios y saludables.

¿Qué opinas de la falta de referentes artísticos femeninos en la Historia del Arte?

El otro día leía que de los más de 1700 cuadros expuestos en el Prado sólo 9 estaban firmados por pintoras. Y no es que no haya habido grandes artistas femeninas a lo largo de la historia, es que la mayoría simplemente estaban relegadas al ámbito privado y familiar.  Marie Bracquemond gozaba de cierto reconocimiento como pintora hasta que fue obligada por su marido ilustrador a dejar el arte para centrarse en el cuidado de su familia; o la escultora Camille Claude fue continuamente acusada de presentar obras en las que participaba su maestro Rodin hasta acabar siendo internada en un psiquiátrico de por vida…

Además, aquellas artistas que consiguieron labrarse una carrera, fueron  olvidadas al morir. Un ejemplo es Berthe Morisot que fue una pieza clave en el movimiento impresionista y que, sin embargo, nunca apareció junto a Renoir, Degas, Manet en ninguno de mis libros de textos del colegio, el instituto o la carrera de bellas Artes. Se nombraban una y otra vez a esos genios que todos conocemos: Matisse, Van Gogh, Picasso, Delacroix, Rousseau,…pero ni en los libros, películas, conferencias, museos, o lecciones, había ni rastro de Morisot, Maruja Mallo, Remedios Varo o Safonisba Anguissola.

Pienso que es fundamental recuperar estas voces silenciadas, ya no sólo por encontrarnos con una visión actual de la historia y la realidad sesgada (narrada desde una visión masculina y excluyendo el punto de vista de la mitad de la población mundial); si no que además, necesitamos referentes femeninos en los que las niñas puedan sentirse reflejadas e inspiradas.

“Mientras viajo, me gusta intentar imaginar el tipo de vida que tendría yo en la actualidad si en vez de en Sevilla, hubiera nacido en ese lugar en concreto.”

En tu obra, nos encontramos con mujeres del sudeste asiático y otras de aquí, de Andalucía ¿Qué tienen en común?

Pues recuerdo que, en Kuala Lumpur, estaba visitando las Cuevas de Batu y me sorprendió ver cómo unos pintores policromaban estatuas de Shiva en medio del templo mientras los feligreses entraban, rezaban y salían. Me acerqué y estuve hablando con uno de ellos. Me interesé por los tipos de pigmentos que usaban. Le expliqué que yo también era pintora y fue entonces cuando él me miró divertido, rió y girándose y no volvió a dirigirme la palabra. Supongo que pensó que le mentía descaradamente.

Muchas veces mientras viajo, me gusta intentar imaginar el tipo de vida que tendría yo en la actualidad si en vez de en Sevilla, hubiera nacido en ese lugar en concreto. La mayoría de las veces me visualizo sin haber podido estudiar, generalmente en casa haciendo las tareas del hogar con varios niños alrededor, y en pocas o ninguna de estas ensoñaciones aparece la pintura. Seguramente no habría tenido la posibilidad, la formación o el tiempo necesario para poder ser artista. Y en esa ocasión pensé que definitivamente tampoco hubiera podido ser artista viviendo en Kuala Lumpur. Así que me acordé de todas esas niñas artistas, escritoras, matemáticas, cineastas, arqueólogas, científicas que sencillamente nunca lo fueron ni serían.

Las mujeres del sudeste asiático o las de aquí, tenemos en común la lucha. Al fin y al cabo, y en mayor o menor grado, la igualdad entre hombres y mujeres no es real ni aquí, ni allí, ni en ninguna parte. Y ese hecho crea inexorablemente un nexo de unión entre todas las que estamos y también nos liga con aquellas que nos precedieron. Nos invita a sentirnos vinculadas, a ser cómplices y compañeras y formando parte de algo más grande que nuestra sola comunidad.

 

“Me gusta el arte incómodo que genera preguntas, nos desestabiliza y pone en duda nuestras certezas.”

Ahora vamos a ti. ¿Cómo te adentraste en el mundo de la pintura?

Empecé garabateando y coloreando intentando no salirme mucho en la guarde y simplemente seguí siempre haciéndolo. Estudié Bellas Artes en la universidad de Sevilla, realicé una estancia en Perugia, Italia, y  decidí trasladarme a Roma en busca de la que consideraba el centro atemporal del arte y la cultura. Después de varios años, me mudé a Sydney, Australia, donde residí y trabajé como muralista y artista para la agencia de publicidad Apparition Media.

Volví a mis orígenes, a Sevilla. Y desde entonces me he dedicado íntegramente a la investigación pictórica del retrato humano en la creación de conexiones empáticas gracias a éste y al uso de lo cotidiano. A principios del 2020 llevé a cabo la exposición individual SolyEdad en la que me reencuentro con mis orígenes andaluces. El análisis de estas raíces fue el inicio de la posterior muestra “Azules y Rojos” en el Museo de Arte de Almería que, materializa pictóricamente anécdotas recopiladas de supervivientes de la guerra civil y posguerra española y las contraponen mediante obras-collages fragmentadas al tiempo actual.

Y todo ello desembocó en febrero de este año en “Mis ancestros lloran a través de mí” donde retomo la temática de la memoria y los vínculos  familiares.

Y para acabar, ¿qué papel crees que tiene el arte en la sociedad?

Entiendo el arte como un motor imprescindible de crecimiento y cambio político y social. Por una parte, puede ser activista, dar voz a protestas, reivindicaciones o incluso desde el color y la plástica ser una respuesta violenta y crítica. Me gusta el arte incómodo que genera preguntas, nos desestabiliza y pone en duda nuestras certezas.

Y por otro lado, y esta es la faceta que me resulta más fascinante: el arte es el leguaje más universal, empático e igualitario que existe. Y en estos últimos tiempos que nos hemos emocionado asistiendo a conciertos desde casa y paseado virtualmente por los pasillos de los museos más importantes del planeta; que hemos disfrutado de óperas y representaciones teatrales en directo y nos hemos zambullido en otros mundos gracias a novelas, películas y series, la cultura se ha demostrado indiscutiblemente necesaria. En una sociedad cada vez más “conectada” pero desvinculada y ajena, el arte sigue ayudándonos a desempolvar nuestras emociones y a devolvernos la vulnerabilidad y sentido crítico.